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La Sangre de los "Pericas"

  • Foto del escritor: Marvin Galeas
    Marvin Galeas
  • 25 oct 2019
  • 2 Min. de lectura

Eran cinco hermanos, cuatro varones y una hembrita. El mayor de ellos quizá tenía unos 23 años y la niña, que era la menor, cumplió los quince en plena guerra. Nacidos en la villa de El Rosario, en el norte de Morazán, habían vivido desde niños persecuciones, guindas y enfrentamientos.


Los conocí hace 19 años, cuando llegué al campamento de Radio Venceremos, en marzo de 1982. Los cuatro varones eran miembros del equipo de seguridad de la emisora y la niña trabajaba en el tallercito de prensa. Se llamaban Payín, Julio, Osmín, Chepito y Marinita. Les decían los "Pericas". Cuando Marinita cumplió los 15, en el 82, hicimos una fiesta con los Torogoces de Morazán en la escuela del cantón La Guacamaya, muy cerca de la cueva desde donde transmitía la radio.


Tres de los varones eran de tez blanca y pelo casi rubio. Chepe y Marina eran morenos. El tiempo fue pasando y los "Pericas" tenían que enlistarse en las fuerzas de combate.


El primero en morir fue Payín. Murió una noche de invierno en un feroz combate en el cantón El Mozote. El segundo fue Osmín. Lo mataron en la pista de Gotera. Era miembro de las fuerzas especiales. En septiembre del 85 murió, frente a mis ojos, Julio. Nos estaba cayendo fuego del cielo en Arambala. Julio era el jefe de la fuerza que daba seguridad a la emisora.


Estaba arrodillado tratando de ponerse en el hombro el motor de la radio. Un cohete le partió el pecho. En 1986 murió Chepito, el último varón de los "Pericas". Murió en El Volcancillo, de Jocoaitique, cuando un helicóptero lo rafagueó. Mataron a los "Pericas".


Marinita lloraba inconsolable. El papá le envió una carta desde el refugio de Colomoncagua, en Honduras. "Es triste que me hayan matado a cuatro hijos y sería más triste que se me agüevara un quinto", le escribió a Marina. Después, desde Colomoncagua llegó Esmeralda, la más chiquita de los "Pericas". Tenía sólo 14 años y era radista. Un día le pegaron un rafagazo que casi la mata. Quedó con una pierna dañada para siempre.


La guerra terminó. La paz se firmó. Se alcanzaron importantes acuerdos políticos. Un número importante de guerrilleros terminó siendo diputados. Tenemos un presidente civil y una incipiente democracia. No hay en el país un solo preso político. Gozamos de una amplia libertad de expresión. ¿Pero, valió la pena tanta sangre para lograr eso? ¿Había que matar, secuestrar, destruir medio país y dejarse matar para lograr la democracia política? Unos dirán que sí. Otros, pensaran que no y que todavía falta más violencia y desestabilización para lograr la igualdad y la justicia. Están locos.


Una noche de estas, de la manera más sorpresiva, me llamó a la radio Esmeralda, la más chiquita de los "Pericas". Ahora tiene 33 años y dificultades para caminar. Vive sola. Completamente sola. Allá en Morazán vive su papá más pobre que nunca. De sus hermanos muertos nadie se acuerda. Sólo queda una vieja foto polaroid, en la que aparecen todos, riendo y con fusiles.


Ojalá que cuando los vendedores de ilusiones, sean estos politiqueros o los parásitos de la mal llamada "sociedad civil", cobren sus jugosos cheques por alborotar a las "masas", se acuerden de la sangre de los "Pericas".





 
 
 

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©2019 por Memorias en la web de Marvin Galeas.

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